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martes, marzo 31, 2015

ESTADO Y PODER JUDICIAL



ESTADO Y PODER JUDICIAL

¿Es sano para la democracia tener un Poder Judicial que sea independiente del proyecto de país que la ciudadanía elige mediante el voto popular?

Desde los tiempos en que la Nación se organizó políticamente existen dos proyectos de país en pugna. A saber: a) El país agroexportador, dependiente de la potencia hegemónica de turno, donde la economía subordina las decisiones políticas en connivencia con intereses ajenos a un desarrollo independiente y en contra del bienestar de las mayorías nacionales; y b) El país soberano, industrializado, con un desarrollo que contemple el bienestar de la mayoría de los argentinos y donde la política subordina a la economía.
En función de esta realidad hay dos ejes que se complementan: la soberanía política y la independencia económica de factores externos.
Es cuando surge la pregunta crucial, en vista de la historia nacional ¿es sano para la democracia un Poder Judicial independiente del Proyecto de País y por ende del rol que este le asigna al Estado?
Si se analiza el papel jugado por el único poder del estado no elegido en forma democrática por la ciudadanía desde la promulgación de la Constitución Nacional (C.N.) de 1853 y sus posteriores reformas (salvo el breve interregno entre 1949 y 1955, cuando rigió la C.N. promulgada durante el primer gobierno peronista), el sistema de justicia respondió siempre a los intereses de las clases dominantes. La República Argentina ha tenido una justicia clasista, para defender el proyecto de país dependiente que pensaron quienes se dividieron el país y se creyeron (y obraron como) los “dueños de la Argentina”.
Durante el breve período antes consignado entre 1949/1955, al menos en el plano de las relaciones laborales la relación de fuerzas dentro de ese ámbito del derecho, se inclinó a favor de los intereses de los trabajadores.
Tal vez no se contó con el tiempo suficiente para cambiar la matriz clasista del Poder Judicial, que persiste en la actualidad.
La República Argentina como parte de un continente colonial, asiste a un sistema de poder que es anterior a la organización nacional y que pervive luego de la recuperación de la democracia de las garras de ese sistema de poder que necesitó provocar el genocidio de una generación para imponer un plan económico y político que dejara afuera a las grandes mayorías nacionales.
Basta con observar la realidad reciente de nuestra América para ver cual es el rol del Poder Judicial en esta parte del planeta. Hay hechos muy significativos: Honduras, donde entre gallos y medianoche se expulsa al presidente Zelaya con la anuencia del Poder Judicial, o en Paraguay con la farsa de juicio que dejó fuera del gobierno al presidente Lugo, legítimamente elegido por su pueblo.
Una mirada por nuestra realidad deja ver que la causa Papel Prensa es cajoneada de manera vergonzosa, el caso de Carlos Blaquier o de Vicente Massot, acusados de ser partícipes civiles de delitos de lesa humanidad son dejados en libertad por “ese” sistema judicial clasista y defensor del sistema de poder que no defiende el bienestar de los ciudadanos que eligen de manera democrática (salvo al Poder Judicial) a su gobierno.
Hay quienes sostienen que el Poder Judicial fue imaginado por Rousseau “para evitar el exceso de la democracia”. ¿No suena parecido a lo que dijo un genocida de 1976 cuando justificó el asesinato de jóvenes aduciendo que tenían “exceso de pensamiento”?
Estas reflexiones llevan a cuestionar el mismo sistema de división de poderes. Porque además de lo antedicho y profundizando el carácter de “clasista” o de casta de dicho poder, ellos no pagan impuestos y son vitalicios en sus funciones. Lo que no parece muy democrático.
Por eso planteo la pregunta ¿Es sano para la democracia tener un Poder Judicial que sea independiente del proyecto de país que la ciudadanía elige mediante el voto popular?

Daniel Mojica





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