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viernes, abril 18, 2014

SERGIO MASSA. LA CULTURA DE LA APARIENCIA




SERGIO MASSA. LA CULTURA DE LA APARIENCIA

Hay paradigmas que definen una época, o un período de gobierno. Por los valores que ayuda a instalar en la sociedad o al menos, las convicciones que ha sabido poner en práctica durante su ejercicio.
Así se puede decir del gobierno de Raúl Alfonsín (para mencionar sólo los gobiernos democráticos desde que la sociedad recuperó la democracia) que reinstaló el paradigma de la República, la democracia formal y el institucionalismo; pero no sobrevivió su gobierno al embate de las corporaciones.
Del gobierno de Carlos Menem, se puede decir que el paradigma que predominó y aún perdura en muchos segmentos de la sociedad es “el fin justifica los medios”. Con ese “valor” se llevó a cabo la enajenación del patrimonio nacional, se generalizó la corrupción y se instaló la “cultura del número uno”, según el cual sólo sirve ganar, a cualquier precio.
Del gobierno de la Alianza, con Fernando De La Rua a la cabeza, sólo se puede recordar su intrascendencia como político, las coimas en el Senado y el tendal de muertos que dejó antes de subirse al helicóptero luego de decretar un ilegal estado de sitio.
Del desfile de presidentes posteriores, lo más saliente puede haber sido el alivio que Eduardo Duhalde le proporcionó al grupo “Clarín” al salvarlo de sus acreedores externos.
Del actual gobierno, que se inició el 25 de Mayo de 2003, se puede decir que recuperó la autoestima nacional, el paradigma de la política como herramienta de transformación de la realidad y el valor de las convicciones para llevar adelante el proyecto político que hace de los Derechos Humanos una política de Estado, recuperando precisamente su rol regulador de las relaciones sociales que había sido arrasado junto a una generación de argentinos por la genocida dictadura cívica, militar y mediática.
Actualmente, la sociedad asiste a un desfile de candidatos que en lugar de elaborar propuestas que superen los derechos ampliados desde 2003 a la fecha, sólo se esfuerzan en exhibirse como productos en venta en los medios de comunicación que los instalan en ese preciso lugar. Según le conviene al de los mencionados medios.  
Uno entre todos se destaca por la vacuidad de sus discursos, y su ubicación como “producto de alta gama”. No por casualidad se lo compara con aquel de “el fin justifica los medios”, y como para que no queden dudas de la similitud, el mismo artífice que armó a fines de los 80 la mesa sindical “Menem presidente”, hoy Luis Barrionuevo está preparando la mesa sindical “Massa 2015”.
El candidato de las corporaciones no sabe qué más decir para negar su innegable vínculo con el sindicalista que se hubo definido como “recontra alcahuete de Menem”. Parafraseando a su ladero sindical dijo de su armador político “que debería dejar de hablar por dos años” si realmente quiere que gane las elecciones presidenciales de 2015.
¿Qué tipo de persona hay que ser, para negar en público lo que fomenta y alienta entre las sombras?
¿No es lo mismo que admitir “si decía lo que iba a hacer no me votaba nadie”?
Son muchas las similitudes entre ambos personajes de la política, que sólo buscan el cobijo de las corporaciones para favorecer sus políticas en contra del bienestar de las mayorías.
A ambas personas se les puede adjudicar que son agraciados referentes de la cultura de las apariencias.
Buscan parecer simpáticos, afables, sonrientes y de buen humor ante las cámaras que los buscan con fruición, pero cuando las luces se apagan y los micrófonos se alejan, aparece el verdadero rostro.
El de la hipocresía. El ser rastrero que por caminar sobre las alfombras de la embajada, no duda en traicionar la confianza del gobernante que lo eligió para formar parte de su gobierno- Traición que hasta descoloca y sorprende a las personas que pretende halagar.
¿Puede una persona de semejante calaña defender los intereses de quien engaña a fuerza de publicidad, marketing y frases huecas? Es decir, los intereses de quienes puedan llegar a votarlo.
Esta sociedad ya ha pasado la experiencia de votar a quien prometía “salariazos”  y “revoluciones productivas”, que luego resultaron en precarización laboral, cierre de fuentes de trabajo, congelamiento de haberes y corrupción generalizada.
¿Habrá generado los anticuerpos necesarios para resistir estos cantos de sirena? Baste recordar que Ulises tuvo que atarse al mástil de su nave para no ser devorado por los monstruos disfrazados de sirenas, como les sucedía, según los mitos y leyendas griegas, a los marinos que sucumbían ante esas engañosas melodías.
Por la salud de la democracia sin condicionamientos, es deseable que así sea.

Daniel Mojica

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