Nuestros treinta mil

Nuestros treinta mil
memoria, verdad y justicia

POR UNA COMUNICACION POPULAR

POR UNA COMUNICACION POPULAR
POR UNA COMUNICACION POPULAR

lunes, junio 17, 2013

JUSTICIA LEGITIMA O CORPORACION JUDICIAL, LA BATALLA CULTURAL EN MARCHA

POLITICA Y BATALLA CULTURAL:
JUSTICIA LEGITIMA O CORPORACION JUDICIAL

No me canso de expresar cuan profunda es la transformación que estamos protagonizando como sociedad.
Un indiscutible logro de este proyecto político que cambió la época, es haberle quitado la máscara al sistema de poder. Sistema que se fue mimetizando, en tanto tomaba la forma del partido que fagocitaba, al tiempo que lo vaciaba de contenido.
Hasta tal punto, que cualquiera fuera el partido gobernante, desde que recuperamos la democracia, la política aplicada era la misma.
Hecho que cambió de manera sustancial desde el 25 de Mayo de 2003. Porque además de ganar el gobierno, primero Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández, apuntaron a recuperar el poder.
Esta es la batalla cultural que estamos librando desde entonces. Que a cada momento se hace más clara y transparente. Al menos para quienes visualizamos la política, como una herramienta fundamental para transformar la realidad.
Más arriba mencioné que el actual proyecto nacional y popular, en su avance, ha dejado al descubierto la hipocresía de los poderosos, que se creyeron dueños de la patria.
La firme política de derechos humanos ha ido acercando la memoria a la verdad y en algunos casos a la justicia.
La ampliación de derechos, desnudó al voracidad de las corporaciones.
Los dueños de la tierra mostraron su miserabilidad, desabasteciendo y arrojando leche sobre las rutas.
Los dirigentes “republicanos” reniegan de la democracia que declaman.
La corporación mediática, socia y cómplice del genocidio, pretende ocultar sus ensangrentadas conciencias, con operaciones cada vez más burdas y evidentes. Haciendo que salgan a la luz, también, sus oscuros vínculos con la corporación judicial. Vínculos que no tienen diez años de antigüedad.
Porque para desaparecer treinta mil compatriotas y robarse sus hijos, hizo falta un plan crucial, planificado y realizado por los asesinos, los magistrados que negaban justicia, los medios que ocultaban la verdad, y los periodistas y comunicadores que escribían y hablaban sobre falsos enfrentamientos. Sin olvidarnos, también, de los sacerdotes que bendecían a los torturadores genocidas.
Todas esa máscaras, todas esas mentiras, todas y cada una de esas imposturas, han quedado a la luz del día.
Llegamos así, a la médula. A la columna vertebral, que desde nuestro nacimiento como Nación, nos viene sometiendo de manera cada vez menos sutil, a una injusta y naturalizada organización jurídica, social y cultural. La Constitución Nacional.
Veamos. Desde 1810 se hacen evidentes dos proyectos de país. El de la dependencia y el emancipador.
La Constitución de 1853 consolida el proyecto elitista, alejado del espíritu liberador de Moreno, Castelli, Monteagudo, Belgrano, San Martín.
Las posteriores reformas no modifican esa impronta colonizada y colonizadora. Sólo la Constitución de 1949 recoge los derechos de la mayoría naciente y resalta el espíritu liberador de los patriotas de la Patria Grande.
Pero la “revolución fusiladora” la eliminó por decreto, y el sistema de poder festejó.
Desde entonces el sistema de poder y la dirigencia política aceptaron esa “anomalía” constitucional, jurídica y política.
La militancia peronista ha planteado en diferentes ámbitos la necesidad histórica de reivindicar esa Constitución nacional y Popular de 1949. A la espera que la relación de fuerzas hagan posible su plena restitución jurídica y política.
Porque resulta evidente, de manera contundente, que no puede haber una justicia nacional y popular, sin una Constitución que garantice la plena participación popular.
La base para esa construcción, nunca puede ser un andamiaje jurídico que permita que un poder no elegido, ni sustentado por la legitimidad popular, ponga en jaque a los otros dos poderes que el pueblo elige para ser gobierno.
En esas lides estamos. La justicia corporativa es el último resquicio defensivo del sistema de poder, que no vaciló en llegar al genocidio para defender sus privilegios de clase.
Hoy, la corporación mediática funge como la principal fuerza, en el plano local y regional para vulnerar la voluntad popular en esta Patria Grande en pleno proceso de construcción.
La clase opositora desde los estudios de TV, los micrófonos y las páginas de los diarios afines, aparecen como personajes de reparto en el escenario montado por periodistas y comunicadores. Nefastos protagonistas de un guión pergeñado para que las mayorías populares vuelvan a ser burladas.
Esta dirigencia política y sindical opositora, perdió el último vestigio de legitimidad al subirse al tren golpista que tiene los mismos personajes que fueron socios, cómplices y beneficiarios del genocidio que no termina de ser juzgado: los medios (hoy hegemónicos) y ciertos integrantes del poder judicial que no pasarán la prueba de la voluntad popular. Por eso la condenan.
La justicia y la igualdad sólo serán posibles de la mano de la plena soberanía popular.


Daniel Mojica

No hay comentarios.: